Franco e Inés nos acercan los resultados de un proyecto casi documental donde registraron las reuniones de coleccionistas de automóviles devenidos íconos de una cierta argentinidad y también de una determinada masculinidad como el conocido Fitito de los años ‘70 o la seductora y ochentosa Coupe Fuego GTX. Cada domingo, los interesados se reúnen en Parque Roca en la ciudad de Buenos Aires para protagonizar el repetido ritual de estacionar a 45º, sacarle brillo a los cromados, lustrar los espejos y levantar la tapa del capot para exhibir, como si se tratara del secreto del mundo, el motor poderoso y reluciente.

Un día de sol, la reposera, la heladerita, sándwiches de milanesa, una gaseosa familiar, niñitos que corren, enamorados que se besan, forman parte de esta ceremonia donde buscamos reapropiarnos del poder otorgado a los objetos de la cultura de masas y convertirlos en símbolos de sueños utópicos. Mercancías y fetiches, como el imán que se coloca en el tablero, cerca de la radio y del volante, los autos aparecen como brillantes objetos de deseo; máquinas que, además de transportarlo, hacen a su dueño el protagonista de un cuento de hadas del siglo pasado.